
Cuando hablamos de los 8 bits, entramos directamente en la época dorada de los videojuegos domésticos de los años 80. El término hace referencia a las consolas y ordenadores que funcionaban con microprocesadores de 8 bits, lo que limitaba la potencia gráfica, sonora y computacional, pero que paradójicamente fomentó la creatividad y la innovación en el desarrollo de juegos.
La generación de 8 bits está marcada por sistemas legendarios como la Nintendo Entertainment System (NES), Sega Master System, Atari 7800 y microordenadores emblemáticos como el ZX Spectrum, Amstrad CPC, Commodore 64o MSX. Estos dispositivos popularizaron una estética única basada en gráficos pixelados, paletas de colores limitadas (generalmente entre 8 y 32 colores simultáneos) y melodías inolvidables generadas mediante chips de sonido simples pero increíblemente carismáticos.
Esta época nos regaló joyas como Super Mario Bros., Mega Man, Contra, Alex Kidd, Castlevania, y decenas de títulos que sentaron las bases de géneros enteros que aún hoy disfrutamos. La limitación técnica de los 8 bits definió también su estilo visual, conocido ahora como pixel art, apreciado por su sencillez y por haber impulsado al máximo la imaginación de programadores y artistas.
Hoy en día, la generación de 8 bits es venerada por la nostalgia que despierta, y su estética sigue siendo fuente de inspiración para innumerables proyectos indie actuales que buscan recuperar ese espíritu clásico que enamoró a toda una generación.