
Si la generación de 8 bits fue la infancia de los videojuegos domésticos, la generación de los 16 bits (finales de los 80 y principios de los 90) representó la adolescencia tecnológica, con mejoras radicales en gráficos, sonido y jugabilidad. Consolas icónicas como la Super Nintendo (SNES), Sega Mega Drive (Genesis), TurboGrafx-16 (PC Engine) o el ordenador Commodore Amiga, protagonizaron la llamada «Guerra de los 16 bits», una competición feroz que llevó la industria a niveles nunca vistos de calidad.
Gracias a procesadores más avanzados y capacidades gráficas notoriamente superiores, los juegos podían mostrar sprites más grandes y detallados, scroll multidireccional suave, efectos gráficos sofisticados como transparencias, rotaciones o el inolvidable modo 7 de SNES, y un sonido estéreo mucho más avanzado. Bandas sonoras emblemáticas como las de Chrono Trigger, Streets of Rage, Sonic the Hedgehog o Donkey Kong Country marcaron a toda una generación y siguen siendo referencias hoy en día.
Los gráficos de 16 bits definieron la estética del pixel art avanzado, con sprites increíblemente detallados, animaciones fluidas y fondos vibrantes que hasta hoy son un referente artístico y técnico. La generación de 16 bits sentó las bases de lo que muchos consideran la «edad dorada» de los videojuegos clásicos, definiendo géneros completos como los JRPG, plataformas, beat’em ups o shoot’em ups.